De las palabras a los hechos
Cuando hablamos de los profesionales que trabajan con las palabras, como escritores, periodistas, correctores, editores o traductores, siempre hacemos énfasis en lo indispensable que resulta tener una amplia cultura general y conocer sobre los más diversos temas. Mientras más temas domine quien trabaja con las palabras, es mucho más fácil que pueda abarcar el texto desde diversos ámbitos. Es verdad, no solo es necesario dominar el campo que nos compete (como la gramática, la traducción o la comunicación) sino explorar otros. El saber siempre aporta y nos permite mirar los textos desde perspectivas más globales. Sin embargo, en muchas ocasiones sucede que llevamos esta ‘todología’ al extremo, tanto que nos olvidamos de las particularidades que tienen ciertos ámbitos y ciertos conocimientos. En estas épocas es muy bueno conocer de todo, estar enterado, ser curioso, pero también es importante adquirir una especialización, un campo en el que sepamos más que nadie.
Especializarse en un ámbito resulta muy útil cuando se trabaja con las palabras, pues esto nos permite mirar un poco más allá y discernir acerca de usos, frecuencias, giros y ‘secretos’ que puede tener el lenguaje de una determinada rama. No es lo mismo editar tratados médicos que textos periodísticos, corregir un documento jurídico y un artículo de entretenimiento, traducir literatura y ciencias sociales, escribir acerca de economía o de biología. Cada área tiene su propio léxico, su propia forma de organización, sus propios lectores, y conocer el campo de especialización permite difundir ese conocimiento de una manera adecuada y coherente. Obviamente, la primera especialización de quienes trabajan con las palabras debe ser la lengua, el dominio del idioma en el que se escribe, se edita, se corrige o se traduce. Quien no domina la lengua no puede conocer ningún secreto de los diversos lenguajes que la pueblan. Creo que este es un problema de la ‘todología’: por querer abarcar campos inabarcables se olvida de lo básico, que es el dominio de la lengua y el dominio del área en la que se trabaja.
Quienes trabajan con las palabras deben ser muy cuidadosos con el uso del idioma y también con cómo se adapta este a los distintos campos del saber, por eso es indispensable especializarse, porque solo así se puede llegar a un mayor conocimiento. La cultura general es importante, sí, pero no debemos confundirla con el conocimiento superficial de millones de campos. De hecho, si dominamos un campo es más fácil llegar a conocer otros, pues con una referencia se puede llegar a explorar otros caminos.
Creo que es necesario que dejemos atrás aquella idea preconcebida de que más culto es quien más conoce datos al azar. En realidad, más culto es aquel que más sabe de su propio campo y, desde él, puede dialogar con otros, establecer redes y aportar a otros conocimientos.